Una ópera para un imperio
En 1860, un joven arquitecto entonces desconocido, Charles Garnier, ganó el concurso para la construcción de una nueva ópera en París. Con una misión: hacer del París de Napoleón III la capital del mundo y dar a la élite del Segundo Imperio un palacio a la altura. Durante casi quince años, Garnier dirigió la construcción de uno de los edificios más importantes del siglo XIX. Poco después de su inauguración, ya se había convertido en leyenda, en este caso gracias al novelista Gastón Leroux, que la hizo famosa por la presencia de un fantasma… "El Fantasma de la Ópera".