Diez años después del accidente nuclear, la central de Fukushima está lejos de ser reconstruida y los reactores afectados siguen fundidos. Los ingenieros de Tepco, la empresa que administra la central, siguen luchando todos los días para mantener la situación bajo control, pero la gestión de las aguas radiactivas es un desafío aparentemente sin final. Entretanto, el anuncio de que las cisternas de retención serían vertidas en el Océano Pacífico en 2023 ha despertado serias preocupaciones.